domingo, 7 de octubre de 2012

Ciénaga…

Ciénaga…

Sobre los lodos sus huellas quedaron
El ámbar milenario lo prueba
Tinturas de mil y un tonos grisáceos
Enriquecen los satinados ojos brillantes
Parapetados en los prejuicios
Nada conseguían dilucidar en la penumbra
Las migrañas martilleaban su sien como un pilón
Agrietando las comisuras de sus labios
Surtidores vidriosos espoleaban su sátiro sumidero
Saben que es verdad, lo saben
Mas no tomarán la dignidad de la mano
Portándola a hombros honorables y entregándola
A la diatriba de la suplica del perdón.
La ciénaga seguirá encharcada aún después del estío.

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